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"Cómo el Sexo con Alma me Salvó la Vida"






uizás haya llegado aquí cansado de autoayuda , terapias alternativas, new age, coaches y expertos de la felicidad y el amor en 7 pasos o gurús de la iluminación inmediata...

La vida no son 3 simples pasos

La motivación y las emociones van y vienen. Los estímulos externos no nos dan suficiente fuerza para seguir avanzando. Nuestro cuerpo ya no lo aguanta todo. Y a pesar de grandes esfuerzos por ser mejores, no dejamos de tropezar con las mismas piedras una y otra vez.


Quizás, muy en el fondo, hay un vacío que nos da miedo, pero nos anestesiamos para huir de ese dolor, con trabajo, vicios, pereza, ansiedad o depresión.


Y eso nos hace sentir frío, confusión, desconexión, tristeza.

Perdemos el rumbo

Nos da miedo mirar qué nos pasa realmente y saber quiénes somos de verdad.

Deseo que podamos caminar juntos para empezar a Vivir conscientemente en nuestra máquina , es decir, gestionar y equilibrar nuestra mente, nuestras emociones, nuestro instinto y entender e integrar nuestras sombras . Comprender el origen de nuestras conductas, encontrando y sanando nuestras heridas profundas, para poder empezar a "Ser" realmente libres y así poder sanar el sufrimiento de nuestro olvidado corazón.

que quieres saber de mí, quizás quieras saber si puedo ser tu terapeuta o si estoy capacitado para llevar a cabo grupos de apoyo o si soy capaz de enseñar a tener mejor sexualidad o aprender a gestionar las crisis o simplemente quieres saber por pura curiosidad quién es este señor.



¡Todas esas opciones son bienvenidas!

Siéntate..

¿Quién soy?

Vivir es absolutamente urgente.


Hubo un tiempo en el que no vivía. Me vi solo, alejado de mis 14 hermanos, viviendo en un banco en la rambla de Barcelona durante tres días. Tenía apenas 19 años, no tenía graduado escolar y estaba hambriento. Era la primera vez que pisaba una ciudad. Toda mi vida había estado encerrado en medio de las montañas con mis padres locos, y no esperaba mucho de la vida. Me escapé de casa para no enloquecer como ellos y sufrí la separación de mis hermanos y del único mundo que conocía: las montañas y el bosque. Esa herida sigue doliendo cuando tengo frío en el corazón. Me dije que debía romper el hielo. Y lo rompí.


A los 12 años, no sabía para qué vivir más. La sola idea de que me quedaran unos 50 años de vida era abrumadora. O cambiaba mi vida o no valía la pena vivirla. Han pasado muchos años desde entonces, soy el mismo niño, pero no el mismo hombre. Me convertí en hombre por necesidad, era vida o muerte. Y elegí la vida. Siempre pensé que, con mi historial, acabaría en la cárcel, pero me encontré con buena gente, buenos terapeutas y no los aparté de mi vida.


He estudiado psicología durante quince años, he recibido formación en Gestalt, Transpersonal, SAT, Eneagrama, Cuarto Camino, Cuentoterapia, Tantra en la India, Rebirthing y muchas otras formaciones relacionadas, como yoga iyengar, hipnosis, terapia con animales, experimentos con plantas sagradas, meditación y danzas sagradas. Sin embargo, todas esas cosas importan poco. A veces nos llenamos la boca con conceptos vacíos que confunden nuestra visión.


Lo que importa es la esencia de uno mismo, no importa el vestido que lleve, cuánto haya costado su confección o cuán elegante me haga parecer. A veces, el simple hecho de ir vestido es un impedimento para atender al Yo Real. A veces hay que desnudarse, quedarse en pelotas y saber que "somos eso". No importa el coche que tenga, la casa en la que viva o los títulos honoríficos que ostente. Lo que importa es que, desnudo, me reconozca, me respete y me sienta digno de vivir una vida hasta mi muerte. El trabajo terapéutico comienza con esa desnudez, trabaja con tu piel, no con tu ropa.

Desnudos venimos, desnudos nos vamos a ir.


Mi apasionante mundo de la Respiración

Yo era asmático.


Cuando era pequeño, vivía en una casa de payés en condiciones bastante lamentables. Había mucha humedad, hacía frío y las ventanas no cerraban. Por las noches, era incapaz de dormir, ya que mis pulmones se cerraban y me ahogaba, especialmente cuando estaba acostado. Era una agonía (la vida me ahogaba). Pasaba largas noches en vela, caminando en la oscuridad, incapaz de calmarme y amar el aire que respiraba.


Tenía miedo de vivir.


Cuando me escapé de casa y viajé por el mundo, terminé en un áshram pequeño y deslucido en las faldas del Himalaya. Beneraban a Haidakhan Babaji y decían practicar el "Maha Yoga" o el yoga supremo, afirmaban que todo yogui finaliza su enseñanza con el Maha Yoga. Los observaba haciendo aspavientos y conectando con diferentes clases de emociones reprimidas. Lloraban, se desgarraban, danzaban extasiados y "morían" en la absoluta rendición del ser. Sanaban y se ordenaban a través de la respiración. Tenían técnicas para todas las ocasiones: rabia, tristeza, miedo, alegría... Respiraban y sanaban a sus ancestros, se conectaban con el más allá y se fusionaban en la unión con el cosmos. Todo a través de la respiración.


Aprendí de ellos a darle importancia a esta poderosa herramienta que dormita dentro de nosotros. Cuando alguien dijo "El poder está dentro de nosotros", seguramente olvidó decir "...a través de tu respiración".


Ese punto de partida me llevó a otros rincones de la India, en busca de nuevas técnicas, enseñanzas ocultas y prácticas reveladoras que pudieran nutrir la técnica que estaba depurando. Fue todo un compendio de ejercicios relacionados con la autocuración mediante la movilización de la energía a través de la respiración voluntaria. Esto me llevó a continuar mi exploración en México y Perú, donde chamanes iniciadores me enseñaron técnicas de "Hiperunificación" a través de ejercicios complejos de respiración pránica. Me formé en Rebirthing-Breathwork y seguí absorbiendo todas las herramientas disponibles, ya sean ocultistas o no, que sanaron mi ansiedad, tensión, energía sexual, insomnio, falta de vitalidad y falta de enfoque. Desde entonces, aprendí a meditar profundamente con solo unas cuantas respiraciones, a enfrentar problemas aprendiendo a soltar el diafragma, a dormir relajando la mandíbula para liberar la mala ostia que amenazaba destruirme, a dirigir mi energía sexual con respiraciones hiperactivadoras-hipoactivadoras, a sanar mis experiencias traumáticas, recordando y respirando de manera consciente y preparada.


Desde entonces, pongo al servicio de las personas que desean liberarse todo lo que he aprendido a lo largo de tantos años. He estado ejerciendo y poniendo en práctica estas técnicas de respiración en otras personas, a través de terapia personal o de mis talleres presenciales u online.


La Gestalt de un nuevo mundo

Le debo a los Gestaltistas el recogerme y apapacharme con fuerza y ternura, recogiendo mis despojos de niño roto. Ecléticos, confrontativos, algún loco también se encontraba entre sus filas, humanistas todos, hermosos especímenes que llevaban más allá el proceso terapéutico. Yo no quería más psicólogos que me miraban por encima de las gafas y detrás de una mesa diciendo; "tienes un trastorno, estás disociado, esto llevará tiempo, no puedo ayudarte" quería a alguien que no me mirara desde la barrera, que viniera a buscarme al fango en lugar de mostrarme la luz. Alfonso Castro, Lorenzo Hernández, Lluís Fusté entrarían en ese grupo que me vieron por dentro. Me ayudaron a reconstruir los lugares quemados de mi corazón y me enseñaron a usar aguja e hilo por encima del hacha, con dedicación y mimo. Ahora cosía mis pedazos. No acepto la autoridad de buenas a primeras, lo reconozco, pero también reconozco un corazón valiente cuando lo veo y ellos habían cultivado ese lugar que yo quería para mi.


Me convertí en terapeuta, por pura supervivencia, al procurar mi salvación aprendí a salvar a otros, eso es todo. Aprendí que la cura de corazón en mi era posible, el sosegar los traumas también y el enfrentar los diablos y los miedos una realidad posible. Y esa felicidad la traté de llevar a otras personas.


Recuerdo las terribles sesiones de algunos de estos "chamanes urbanos" el corazón no paraba de sangrar, cada vez más profundo, cada vez mas adentro, cantaba canciones con ellos de ritos de paso ayahuasqueros que más tarde experimenté en las mismas selvas de Putumayo.


¿Qué es la Gestalt?

Para empezar, la terapia Gestalt se originó a mediados del siglo XX, una creación de Fritz Perls, Laura Perls y Paul Goodman. Este enfoque terapéutico se basa en el aquí y el ahora, poniendo un gran énfasis en la conciencia del momento presente, tanto cognitiva como emocionalmente. A diferencia de otros modelos terapéuticos que pueden centrarse en el análisis de eventos pasados para entender los conflictos actuales, la Gestalt se enfoca en la experiencia directa y en cómo esta puede ser un portal hacia una mayor autoconciencia y cambio.


Ahora, ¿por qué es efectiva para tratar conflictos de trauma y ansiedad? Primero, al centrarse en el "aquí y ahora", la terapia Gestalt permite a la persona tomar conciencia de sus emociones y pensamientos actuales, así como de las tensiones físicas que pueden estar experimentando. Esto es crucial para cualquier tratamiento de traumas y estados ansiosos, ya que muchas veces las personas están atrapadas en patrones de evitación o disociación. La Gestalt facilita una toma de conciencia que puede interrumpir estos patrones.


Además, la Gestalt utiliza técnicas activas que invitan al paciente a experimentar sus emociones y pensamientos en lugar de simplemente hablar de ellos. Esto puede ser especialmente útil en el tratamiento del trauma, donde el cuerpo y la mente suelen estar desincronizados. Al traer la experiencia al espacio terapéutico, la persona tiene la oportunidad de reexperimentar y recontextualizar memorias y emociones traumáticas en un entorno seguro y sostenido.

En cuanto a problemas relacionales, la terapia Gestalt ofrece una excelente plataforma para explorar cómo uno se relaciona con los demás en el momento presente. La conciencia que se genera a través del diálogo gestáltico puede iluminar patrones relacionales que la persona puede querer cambiar. Además, al centrarse en la experiencia directa, las personas pueden aprender a comunicarse de una manera más auténtica y abierta, lo que naturalmente puede mejorar sus relaciones.


No me olvido de los Senderos de la mano izquierda

Pero no todo en mi vida ha sido ir hacia la luz, sino que mi trabajo es y ha sido vivir en la oscuridad. No me considero proclive a los caminos "oficiales" dada mi condición de "outsider"; atendiendo de dónde vengo, es plausible y lógico, bastante bien estoy. Uno de mis terapeutas, al leer mi biografía, en las primeras sesiones se sinceró. Me fue claro (nunca estés con un terapeuta que no sea claro cuando lo pides), me miró y me dijo: "Las personas que tienen tu biografía o están muertas o están en la cárcel." ¡Qué bien! Buen punto de partida para hacer un proceso terapéutico; ya entonces era un regalo estar ahí hablando con él.


Entendió con el tiempo que para darle buena salida a mi "fiera salvaje" yo utilizaba métodos "poco convencionales", pero enormemente efectivos. Mi animal herido pedía venganza, estaba furioso, pero no contra los demás sino contra mí mismo. Por ser débil, vulnerable y falible. Aprendí a ir a ese lugar en el que muerdes el polvo cada tanto en tanto. Ya no lo necesito tanto, pero antes, necesitaba una buena colleja porque empezaba a "empoderarme", pero no de esas cosas que te abren el corazón; no, de las otras que hacen que no haya límites y que los busques. Me enfrentaba a situaciones en busca de... pues eso mismo que dijo mi sabio terapeuta: "...están muertos o están en la cárcel." Buscaba límites a mi furia arrolladora.

Por ello encontré cosas realmente interesantes en Irapuato o Putumayo: sustancias que me mordían por dentro, lianas, hongos y cactus sagrados que me despedazaban y me volvían al lugar desde donde empecé; terribles sesiones nocturnas rebozado de tierra, enterrado y velado, cantos nahuales que aún resuenan en mi cabeza poderosos "eres un niño roto" me decían las lianas. Ahí empecé a construirme desde donde me rompí. Agachaba la cabeza después de horas de lucha contra la fuerza de la naturaleza. Agachaba la cabeza esperando el golpe del castigo... y sin embargo siempre encontré un acunamiento sobrecogedor. Mostraba mi cuello rendido y recibía la caricia de la diosa, del dios, del abuelito y la abuelita, siempre recibía amor.


Y ahí terminaba, dulcemente mi viaje en una inocencia sin igual, dormitando desnudo en medio de la selva cual Mowgli. Quizás encontraba a Dios, no lo sé, no me llevo muy bien con ese concepto; lo que sé es que encontraba la paz en el mundo y yo con él. ¿Qué más se puede pedir?


El Sexo como Viaje Espiritual

Sería absurdo decirte que mi infancia no me marcó en lo que respecta a la sexualidad. Muy al contrario, era mi tema central: el vínculo edípico que odiaba se nutría de mi apego desorganizado y mi herida de traición. En el Tantra Kaula, una forma más uterina del tantra, encontré mi espacio de sanación.


Recuerdo romper con mi primera pareja, con quien había despertado mi sexualidad. La disfruté, pero la relación fue deteriorándose. Me volví posesivo y dominante, fruto de mi inseguridad, y acabé incapaz de tener sexo placentero. Era un sexo intenso, duro y sádico. No me sentía bien; el espacio donde vivía mi sexualidad se convirtió en una representación simbólica de todos los problemas que necesitaba resolver, problemas que salían a la luz durante los encuentros sexuales, especialmente cuando aparecía la ternura o el amor. Así, caí en un sexo insatisfactorio e histriónico, que parecía algo que no era, parecía muy pornográfico, pero en realidad estaba lleno de una profunda tristeza y desconexión.


Mi crisis sexual era apenas la punta del iceberg de una enorme crisis personal que arrastraba.


Necesitaba ir más allá.


Lo dejé todo de nuevo, estaba destrozado, hice voto de castidad y me rapé la cabeza, emprendiendo de nuevo un viaje hacia Oriente. Allí encontré a unos extraños sadhus, los Aghoris, en Varanasi y en los crematorios de Bengala, confrontativos, disruptivos, locos.


Se iluminaban practicando Maha Tantra.


Mi viaje hacia la sanación y el despertar espiritual comenzó en ese momento de profunda búsqueda personal. Encontré en el Tantra Kaula, el Kriya Yoga, y la sabiduría de los marmas, herramientas poderosas que transformaron mi relación con la sexualidad, el amor y las relaciones. Esta experiencia personal de transformación y sanación es la razón por la cual me dedico a enseñar y compartir estas prácticas ancestrales. He descubierto en ellas un camino hacia la libertad emocional y espiritual, un camino que ahora me apasiona guiar a otros a explorar.


El Tantra Kaula me enseñó a ver la sexualidad como una expresión divina de nuestro ser, liberándome de las cadenas de vergüenza y culpa. A través de la práctica consciente, la respiración y el trabajo energético en los marmas, comencé a sanar heridas profundas, permitiendo que una nueva luz iluminara mi camino. Estas prácticas me ayudaron a conectar con mi ser más auténtico, a tratar mi cuerpo como un templo sagrado y a vivir mi sexualidad de manera saludable y sagrada.


El conocimiento de los marmas abrió puertas a dimensiones de mi ser que estaban esperando ser exploradas. Al activar estos puntos vitales, liberé bloqueos energéticos que me mantenían atado a patrones del pasado. Integrar el Kriya Yoga en mi práctica diaria me ha permitido mantener un flujo constante de energía vital, equilibrando las energías masculinas y femeninas dentro de mí, y mejorando así mi comunicación y relaciones.


Esta transformación no solo ha enriquecido mi vida personal y espiritual, sino que también ha profundizado mi comprensión del amor y de las relaciones. Enseñar estas prácticas se ha convertido en mi forma de devolver, de ayudar a otros a encontrar su propio camino de sanación y despertar. He sido testigo de cómo individuos y parejas redescubren el poder de amar, de conectar y de vivir su espiritualidad de manera genuina, sanando sus sexualidades y fortaleciendo sus vínculos amorosos.


Ahora, te invito a unirte a este viaje transformador. Juntos, podemos explorar el vasto potencial de sanación del Tantra Kaula, los marmas y el Kriya Yoga. Esta es una oportunidad para vivir una vida de plenitud, amor y conexión profunda. Te ofrezco no solo mi enseñanza, sino también mi experiencia personal como prueba de que es posible transformar nuestras vidas, sanar nuestras heridas y abrirnos a la belleza infinita del universo.


Bienvenido a un camino de descubrimiento, sanación y amor. Este viaje no solo cambiará tu relación contigo mismo y con los demás, sino que te abrirá a las maravillas de una vida vivida con plena consciencia y corazón abierto.


Y el Camino más amado para el final

Si el tantra es en si mismo un camino femenino en el que encontrar la masculinidad ¿Cuál ha sido mi camino masculino? Si de todas las propuestas que te he presentado me tuviera que quedar con una como herramienta para que me acompañe siempre, para mi, para todo, esa sería sin duda la que te presento a continuación, la más extraña, quizás incluso la más perturbadora. Todas las demás pueden ser más o menos conocidas, pero esta... es la mano que mece la cuna de muchas disciplinas y es posible que no lo supieras.


Empecemos por el padre del tinglado.


Gurdjieff fue un místico, maestro espiritual y compositor ruso-armenio del siglo XX. Aunque sus orígenes y su formación son objeto de mucho debate, lo que es incuestionable es el impacto que su enseñanza, conocida como el "Cuarto Camino", ha tenido en la psicología espiritual y en diversos métodos de autoconocimiento. Gurdjieff planteó que la mayoría de los seres humanos viven en un estado de "sueño psicológico", desconectados de su verdadero ser.


En la vida moderna, saturada de distracciones, materialismo y un ritmo acelerado, las enseñanzas del Cuarto Camino son más relevantes que nunca. Nos invitan a despertar de este estado de sueño y a vivir una vida más consciente. ¿Y cómo se hace esto? Gurdjieff incorporó una serie de prácticas y ejercicios, algunos de los cuales son muy afinados con técnicas de respiración y otros métodos que seguramente encontrarás interesantes.


Entre las prácticas más conocidas se encuentra la "auto-observación". Esto consiste en estar plenamente consciente de nuestros pensamientos, emociones y acciones en cada momento, sin juicio. Aquí, la respiración juega un papel fundamental como anclaje al presente. Este tipo de conciencia plena ayuda a liberarnos de las cadenas de nuestra mecánica habitual y nos abre la puerta a un estado de ser más auténtico.


Otra práctica es el "Trabajo sobre sí mismo", que consiste en un análisis y transformación interior mediante ejercicios diseñados para despertar nuestra conciencia y liberar nuestra energía atrapada en patrones emocionales negativos. Estos ejercicios suelen requerir una concentración intensa y, a menudo, están diseñados para ser realizados en la vida cotidiana, en lugar de en un retiro o monasterio.


Ahora, hablemos del eneagrama. Claudio Naranjo, psiquiatra y escritor chileno, fue uno de los pioneros en llevar el eneagrama a Occidente y conectarlo con la psicología moderna. Aunque el eneagrama como símbolo y como sistema es mucho más antiguo, Naranjo lo integró con las enseñanzas del Cuarto Camino. El eneagrama que conocemos hoy en día es una herramienta poderosa para el autoconocimiento y el desarrollo personal, y sus nueve tipos de personalidad pueden verse como manifestaciones de la diversidad de la condición humana en su estado "dormido" y en su potencial para "despertar".


Así, las enseñanzas del Cuarto Camino y el eneagrama se entrelazan en una danza íntima de autoexploración y autotrascendencia. Permiten identificar nuestras máscaras y patrones de comportamiento, ofreciendo al mismo tiempo herramientas para liberarnos de ellos. Todo esto se alinea perfectamente con técnicas de respiración que funcionan como un principio activo para materializar todo este conocimiento teórico en una experiencia vivencial.


Entonces, tanto si eres un terapeuta, un buscador espiritual o alguien interesado en comprender la complejidad del alma humana, las enseñanzas de Gurdjieff y la sabiduría del eneagrama ofrecen un marco integral y técnicas prácticas para una vida más consciente y realizada.


Entremos un poco más en detalle en esos aspectos del Cuarto Camino que hacen que esta enseñanza sea tan única y aplicable en la vida moderna.


Primero, el concepto de "camino en la sombra". El Cuarto Camino se diferencia de otros caminos espirituales en que no requiere que nos retiremos del mundo para buscar la iluminación o el despertar. En cambio, este trabajo se realiza en las condiciones de nuestra vida diaria, en la "sombra" de nuestra existencia cotidiana. Es en la confrontación con nuestras responsabilidades, relaciones y desafíos donde encontramos el material necesario para el trabajo interior. Esto lo hace especialmente adaptado a la vida moderna, donde el retiro a un monasterio o una vida de ascetismo no es práctico para la mayoría de las personas.


Respecto al sincretismo, el Cuarto Camino es una síntesis de enseñanzas que vienen de diversas tradiciones: desde el cristianismo esotérico hasta el sufismo, pasando por el budismo y diversas prácticas chamánicas. Este sincretismo lo convierte en una herramienta altamente adaptable y flexible, capaz de resonar con personas de muy diversos orígenes y creencias.


Hoy en día, muchas personas participan en grupos de trabajo del Cuarto Camino que operan en línea. Estos espacios ofrecen una plataforma para la auto-observación en grupo, la meditación, el estudio de textos y el intercambio de experiencias. Aunque la enseñanza del Cuarto Camino insiste en la importancia del trabajo individual, el apoyo y los insights que se obtienen en un grupo son invaluables.


Ahora, pasemos a las Danzas Sagradas. Estas son una parte esencial del Cuarto Camino y fueron diseñadas por Gurdjieff para ayudar a los practicantes a alcanzar estados más elevados de conciencia. Son patrones de movimiento altamente estructurados que requieren una atención total y que sirven para integrar mente, cuerpo y emociones. Gurdjieff argumentaba que la mayoría de las personas son "desequilibradas"; pueden tener un centro mental, emocional o físico fuerte, pero carecen de un desarrollo armonioso. Las Danzas Sagradas son un camino hacia esa armonía.


Las danzas, que a menudo se aprenden y se practican en grupos, son tanto una forma de meditación como un ejercicio en la presencia completa y la atención consciente. Se utilizan para romper los patrones mecánicos del comportamiento y del movimiento, ayudando al individuo a experimentar estados de conciencia más elevados y más centrados. En un contexto moderno, también pueden verse como una forma de "mindfulness en movimiento", con beneficios que van desde la reducción del estrés hasta un sentido más profundo de conexión con uno mismo y con los demás.


Por lo tanto, el Cuarto Camino ofrece un sistema robusto, práctico y sumamente relevante para cualquier persona interesada en el autodescubrimiento y el desarrollo personal. Desde la auto-observación y la meditación hasta las danzas sagradas, este camino nos brinda las herramientas necesarias para vivir de manera más consciente y cumplida, justo aquí y ahora, en medio del caos y las complejidades de la vida moderna.


¿Crees...

...que puedo ser tu terapeuta o llevarte a cabo en una formación? Deberás arriesgarte, probar y experimentar.

Recuerdo que un día, al salir de una reunión de Cuarto Camino, una colega me oyó hablar sobre la capacidad de sostener el dolor y se me acercó y me dijo “Todos sufrimos por igual, no importa la forma, el sufrimiento nos hace hermanos”.


Y me hice terapeuta.

MARCO TERAPÉUTICO:

Contacta conmigo en el mundo actual, la conexión digital nos brinda la oportunidad de explorar caminos de crecimiento y autoconocimiento desde cualquier lugar. Por ello, me dedico exclusivamente a ofrecer sesiones de terapia en línea.


Si te encuentras en la búsqueda de un espacio de transformación personal y deseas iniciar un proceso terapéutico conmigo, te invito a compartir tus inquietudes, necesidades y el objetivo que aspiras alcanzar a través de nuestras sesiones. Este será el punto de partida para, juntos, diseñar un marco terapéutico personalizado que responda a tus necesidades específicas.


Estoy aquí para acompañarte en este viaje hacia el bienestar emocional, psicológico y espiritual, utilizando las herramientas y técnicas que mejor se adapten a tu proceso individual.


¿QUIERES SABER MÁS?

Aquí te muestro dos escritos míos (de los muchos que envío a mis suscriptores) que creo te serán de utilidad, relacionados con la terapia.

¿Hacer Terapia para qué?

El trabajo personal de cada uno es individual e intransferible, fruto de la propia vivencia. Un proceso terapéutico es la herramienta necesaria para el autodescubrimiento de tu forma y figura. Aprender y ayudarte a lidiar con los problemas internos y relacionales es el objetivo de un terapeuta.


Hay una vida que es sólo nuestra y esa es la única que podemos vivir y con la que podemos auto realizarnos.

Auto realizarse es la forma de manifestar en nosotros mismos la autoestima es aceptar profundamente nuestras polaridades internas.


A veces nos genera gran dificultad conocer nuestras polaridades, nuestras contradicciones y nuestro conflicto interno. Conocer todo nuestra mundo interno, como opera, como se gestiona y que cosas se puedes ordenar y cambiar de él es de vital importancia para tener una buena relación con uno mismo. Tener una buena relación con uno mismo nos permite lidiar con los problemas externos de forma mucho más honesta y sincera, sin exigirnos ni mentirnos, asumiendo las responsabilidades reales y no entrar en el victimismo, la culpabilidad o en su defecto en el egocentrismo.


Bien es cierto que uno mismo, a través de las experiencias de la vida, puede, de forma natural, entrar en ese auto descubrimiento constante de los mecanismos de defensa, polaridades y gestiones egoicas que nos impiden llegar a una estabilidad y equilibrio deseada. A veces, si queremos acelerar el proceso, hacerlo más llevadero y más efectivo podemos optar por supervisarnos con un terapeuta.


Hay terapeutas para todos los gustos y disciplinas. Es el paciente el que decide que terapeuta le es bueno o útil, más allá del "feeling" que pueda obtener hacia él es importante que, siendo totalmente honesto uno puedo calibrar qué es y qué terapeuta necesita uno en cada etapa de la vida. Hay terapeutas muy "majos" que nos sirven para sentirnos muy bien cuando estamos ahí, pero poco nos ayudan a solucionarnos nuestros problemas y a enfrentarnos a nuestras miedos. Otros "descabezan" a diestro y siniestro en un afán de soltar emociones que quizás nos hacen sentir grandes experiencias pero de poco nos sirven a medio-largo plazo.


Nuestro trabajo es cotejar la información, la que expresa el paciente y la que transmite, ordenarla y gestionarla hasta localizar el "desorden". A veces, las resoluciones de los conflictos y problemas es sencillo y amable, a veces difícil y doloroso, sea como sea, acompañar y gestionar el proceso es la finalidad de un terapeuta.


En mi opinión el buen terapeuta es aquel que, basándose en las experiencias que el propio paciente lleva consigo y tomando toda la información necesaria se aventura a apretar "ese" tornillo. Así como un médico debe gran parte de la cura, no al tratamiento sino al diagnóstico, un buen terapeuta se centra en movilizar para observar e identificar para realizar un acertado diagnóstico. Bien es cierto que, la mente, las emociones y el cuerpo son bastos mundos difíciles de armonizar en sus infinitas contradicciones aparentes que siempre llevan a una base sencilla y específica. La finalidad del terapeuta no es perderse en el follaje de infinitas ramas, sino localizar el foco.


Trabajo como terapeuta desde hace más de 15 años, han sucedido miles de horas de procesos, atención y análisis, movilizando y observando. He sido testigo de cambios asombrosos y también de grandes fracasos. Muchas veces he conseguido acompañar y observar la transformación interna que precipitan un hermoso cambio externo y otras veces no ha sido posible cambio alguno. Mi responsabilidad es ser tan honesto como es necesario que lo sea mi paciente y llevarle sólo a sitios que yo haya podido pisar y gestionar previamente, de ahí que un buen terapeuta debe ser ante todo un buen paciente consigo mismo. De ahí que ser terapeuta no sea aquello que estudias y aplicas de manual, sino que tiene una gran dosis vocacional y de humanidad que pocos oficios más exigen.


Por último, creo que un terapeuta debe ser un buen "investigador", debe gustarle escuchar, saber, indagar y escudriñar cada aspecto de su paciente. Interesarse por su paciente de forma real.

El proceso terapéutico como forma de curación interna

¡Pues claro que va a ser difícil! Nadie dijo que sería fácil ; sencillo… sí, pero no fácil. Cada vez que nos exponemos a un proceso terapéutico nos exponernos frente a nosotros mismos. Todas nuestras confrontaciones dirigidas hacia fuera para mantener nuestra seguridad se van encarando hacia adentro. De la queja a la responsabilidad. Ese es el proceso. De señalar afuera a señalar adentro, pero no de la misma forma que hemos hecho toda la vida. Hacia fuera buscamos culpables, justificaciones. Buscamos encontrar la causa al suponer que el síntoma habla de una deficiencia, de una carencia, de una falta que debemos "cambiar" dentro.


Vamos demasiado rápido a la hora de afirmar que el problema es “el problema”. Desde ese punto nada puede suceder ya que la connotación es verdaderamente negativa, castradora. Queremos “sanar” para deshacernos de aquello inmundo que nos impide “ser felices” queremos arrancarnos un pedazo que nos molesta y esconderlo en las sombras si no podemos hacerlo desaparecer.


La neurosis busca la paz, busca esta ansiada paz infantil donde todo “está bien” pero un bien que se sustenta en las bases neuróticas del concepto del bien y del mal. Desde esa “moral” todo acontece como cosas que queremos y cosas que no queremos.


Vamos al terapeuta para que nos ayude a erradicar aquellas cosas que no queremos en nuestra vida.

Se que suena difícil de aceptar, pero aquellas cosas que no queremos de nosotros están ahí para ser nuestras maestras, horrorosas maestras de la integración, maestras de la aceptación y maestras de la transformación a través de la incorporación limpia de juicio.


El trabajo es aceptar la “realidad”. Una realidad marchita por las ideologías y juzgada por una neurosis que trata de ser dios en sí misma.


Es difícil ser niños para entrar en el reino de los cielos, es difícil soltar el control y esa parte “madura” que presupone que todo puede ser “educado”. El yo ideal se nos antoja la representación de lo que verdaderamente “tenemos” que ser, para ser amados. Un amar que no pasa de nosotros hacia el mundo, sino del mundo hacia nosotros. Que nos amen porque nosotros no podemos.


Quizás sería interesante y verdaderamente productivo plantear el proceso terapéutico como una búsqueda de la enfermedad en lugar de un acallar los síntomas de la misma. Cierto que andamos a contracorriente, muchas veces buscamos en la medicina la supresión del dolor, la ocultación de la enfermedad a través de la desaparición del síntoma. Cuando el síntoma desaparece se hace imposible seguir esa pista para que nos guíe hacia lo que verdaderamente no está resuelto.

Soy el primero al que le duele tener que escuchar incesantemente el síntoma de enfermedades casi incurables que me hablan de castraciones pasadas, de infancias terribles y de profundas carencias. Pero es esa misma visión la que me propulsa a compadecerme de este ser vengativo e indómito, o resentido, o catatónico que esconde un frágil bebé que no ha sido alimentado.


Hago culpable al mundo de mis carencias cuando mi propia necesidad neurótica de vengarme hace que, ahora, no esté en lo que debiera de estar, en alimentar esa carencia que en la infancia me marcó. Mantengo el sistema neurótico funcionando y sigo buscando a papi y a mami para que me den aquello que es mío. Mientras ese ser vengativo “yo” no se convierta en el padre y la madre que necesita ese pequeño e insignificante ser interno, hambriento y desnutrido, seguiré alimentando la neurosis que se creó como respuesta a algo que ya no está en mi vida.


La terapia nos propone hacernos adultos, una adultez que no justifica la vida sino que la acepta. Que trata de acogerse a sí mismo y cuidarse. Que bonito, cuidarse. Esa sería la clave del amor, el amor es cuidarse.


Aprender a cuidarnos, aprender a llevarnos, aprender a llevar la cruz neurótica y seguir al ser que nos propone, no sólo llevar una carga, sino una herramienta que nos pueda ayudar a desbrozar el largo o corto camino de la vida. Quizás, a lo largo de la vida podremos encontrarle significado a las perturbadores y mal entendidas palabras de Gurdjieff, que con la contundencia del que sabe la “verdad” sentenciaba. “Hacen falta dos cosas indispensables para el trabajo sobre uno mismo, sufrimiento voluntario y esfuerzo consciente”.


Y la felicidad y la autorealización aparecerán, no como algo buscado, sino algo que sucede, como una consecuencia, un fruto que ha nacido para quedarse, entre las luces y las sombras. Esa es la esencia de una buena terapia.